En Brasil, el programa nacional de VIH del Ministerio de Salud ha comenzado a brindar profilaxis preexposición (PrEP, por sus siglas en inglés) a personas con muchas prácticas sexuales de riesgo, para evitar que contraigan VIH.
El tratamiento, que consiste en tomar una pastilla diaria de Emtricitabina con Tenofovir, ha arrojado excelentes resultados en Brasil al igual que en otros países donde ya está disponible la PrEP como Estados Unidos, Francia, Sudáfrica, Tailandia y Canadá, de acuerdo con un artículo publicado en la prestigiada revista científica The Lancet.
Debido a que el tratamiento disminuye en más de 98 por
ciento la posibilidad de adquirir el virus, ha sido recomendado como una de las
mejores opciones para la prevención por la Organización Mundial de la Salud y
el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos.
Sin embargo, su uso no debería reemplazar al del condón,
sino que debe ser una medida extra de protección, así como representar una
alternativa para las personas a quienes no les gusta utilizar preservativo en
sus relaciones sexuales.
En Estados Unidos y en Reino Unido, donde la PrEP ha estado
disponible por algunos años, existe evidencia de que su uso ha ayudado a
disminuir hasta en 25 por ciento las nuevas infecciones. Dicha cifra nunca se
había observado con otras estrategias de prevención. Entonces, si el
tratamiento es tan bueno ¿por qué no está disponible en México?
Existen una serie de barreras que hacen que otorgar PrEP no
sea tan sencillo. En primer lugar, el precio del medicamento que es sumamente
elevado en los países donde solo está disponible la versión de patente.
En México ese era el caso hasta el 2017, sin embargo, al
haber vencido la patente de Truvada®, que es su nombre comercial, será posible
producir versiones genéricas más accesibles este 2018.
Otra barrera es que el tratamiento no es tan sencillo como
tomar aspirinas, ya que se requieren una serie de exámenes previos para saber
si la persona es apta para tomar el medicamento, cuya ingesta ideal será de
varios meses o incluso años.
Dichos exámenes incluyen pruebas de infecciones de
transmisión sexual, densidad ósea, función hepática, entre otros. Para esto se
necesita infraestructura y personal en los servicios de salud, que también
requerirán recursos.
Además, una vez iniciado el tratamiento se debe dar
seguimiento cada ciertos meses en los que se repetirán los exámenes para
asegurarse que la persona está respondiendo bien a la PrEP.
Actualmente en México, el Centro de Investigación en
Enfermedades Infecciosas (CIENI) del Instituto Nacional de Enfermedades
Respiratorias está llevando un protocolo clínico sobre PrEP con algunas decenas
de personas.
Además, el Programa de VIH de la Ciudad de México y de Jalisco iniciarán pronto otro protocolo para poblaciones clave en la epidemia del VIH. Pero fuera de esos dos proyectos, no hay mecanismos formales para acceder a PrEP, sin embargo, esa situación puede cambiar.
En los últimos meses se ha visto que podría haber una gran
demanda de PrEP por parte de potenciales usuarios, sobre todo hombres gays
entre quienes la epidemia sigue concentrada en México y muchos países de
América Latina.
Muchas organizaciones de la sociedad civil han empezado
también a exigir al Gobierno federal que se implementen programas de PrEP para
las poblaciones con mayor riesgo. Incluso dentro del gobierno hay voces que
consideran que otorgar PrEP puede ser viable y efectivo. Sin embargo, también
hay voces que muestran escepticismo.
La PrEP no protege contra ninguna infección de transmisión
sexual, por lo cual existe el miedo de que al sentirse seguros, los usuarios
dejen de usar condón y por tanto puedan aumentar ese tipo de padecimientos.
Esta situación llamada “compensación de riesgo” se ha
observado en algunos países, pero de manera limitada. Es decir, el hecho de que
exista PrEP no significa que automáticamente todo mundo olvida a los
preservativos, sino solo una pequeña fracción.
Además, el hecho de que el seguimiento implique hacerse
pruebas de ITS con regularidad facilita la detección y tratamiento de las infecciones.
También existe escepticismo hacia el hecho de que se
medicaliza la prevención. Es decir, que se pasa de una barrera física a
utilizar de forma diaria una pastilla que podría ocasionar efectos secundarios.
De acuerdo con diversos estudios, los efectos del medicamento no son
significativos y desaparecen al dejar de utilizar la PrEP.
De cualquier forma, es cierto que lo ideal sería que el
condón pudiera ser usado todo el tiempo con todas las parejas sexuales, pero
para quien esa situación no es posible, la existencia de una alternativa
resulta importante.
Aunque han pasado 35 años desde que inició la epidemia, aún
no se ha desarrollado una vacuna para prevenir el VIH, por lo que la PrEP es lo
más cercano que existe.
No es una fórmula mágica ni va a resolver todos los
problemas de la epidemia, pero puede contribuir a que disminuyan
significativamente las nuevas infecciones para el año 2030, que es cuando lo
marca la meta de la ONU de acuerdo a los Objetivos de Desarrollo Sustentable.
Además de Brasil, en otros países de América Latina ya
existe la PrEP de forma limitada: en Paraguay y en Guatemala, ONGs están
otorgando el tratamiento a personas con prácticas de riesgo; en Perú y en
Ecuador ha habido proyectos demostrativos; en Chile y Argentina, hay proveedores
privados que están recetando PrEP.
Es decir, la región avanza y México no se puede quedar
atrás. No hay que olvidar que la prevención también es parte del derecho a la
salud y por tanto, la profilaxis preexposición es nuestro derecho.
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